Heku, al que llaman El Gran Diablo, marcha al frente de miles de hombres. En otro lugar, Conan llega a Bhoraji, donde el templo de Mitra quedó destruido en uno de los combates contra el Devorador de Almas. Allí, ante la estatua del dios, Zuri, verdugo principal de Clan Yagyu, el clan de Heku, critica al dios. Conan llega y Zuri le informa de que Heku ordena que se aleje de Kobe y de la cuidad de Shan Maddoc. Conan se niega y Zuri llama a sus hombres para que se enfrentan al bárbaro, mientras se marcha. El cimmerio pelea entre las ruinas del templo hasta que da una patada a una viga y esta hace caer los restos del edificio sobre los khitanos. Solo queda uno vivo, pero bárbaro lo decapita, entonces amanece y se marchan. En el pasado, un Kobe niño, heredero del Clan Yagyu, el más poderoso de Kithai, atiendea las enseñanzas de su padre. Éste lo alecciona sobre la Tríada, que consiste en llegar a ser invisible, invulnerable e invencible. Entonces aparece Zuri y afirma que la Tríada se alcanza con pruebas, dolor y siguiendo órdenes de Heku. A continuación, se lleva a Kobe a una habitación y lo encierra. En el presente, Anneka despierta a Kobe de estos recuerdos para encontrarse en un páramo desolado que sospechan que son las ruinas de Shan Maddoc, pues no saben que la destruyó el Devorador de Almas. Kobe oye unos ruidos y se esconden. Llega el ejército de Heku, que siente que su hijo está allí y ordena a sus hombres que lo busquen. Desoyendo el consejo de Kobe, Anneka se asoma desde su escondite, la encuentran y la capturan. Kobe ataca entonces a los soldados hasta que llega Heku. Kobe le recrimina que le ofreciera como regalo al emperador Strabonus, pero Heku le contesta que era todo una prueba. Ahora lo considera listo para liderar el clan y se enfrenta a su hijo como última prueba. Heku le provoca, le habla de alcanzar la Tríada y arroja su arma. Entonces, Kobe lo mata. Una lágrima le recorre el rostro y Anneka le pregunta si es consciente de lo que acaba de hacer. Kobe responde que sí, que se acaba de hacer con el trono de su padre. Todos los soldados lo aclaman.
|